HABLANDO DESDE EL CORAZÓN


 






Un Infarto al Miocardio es algo más que la obstrucción del flujo sanguíneo a los músculos del corazón que genera un dolor que “se pasa para el brazo”, un Infarto al Miocardio es una experiencia traumática que siembra en el paciente desde imágenes en Flash back, pasando por Ansiedad, hasta llegar a Episodios Depresivos.

 Todo empieza en un momento cuando algo se siente extraño, diferente, empieza con la conciencia de que “algo no anda bien”, luego la inquietud, la intranquilidad, la desesperación, seguida con un dolor en el pecho que amenaza con intensificarse, aparecen las náuseas y algunas veces vómitos, la sudoración profusa “parecía que me hubiesen vaciado dos baldes de agua”, “en quince minutos me cambie tres veces la franela”, la dificultad para respirar y la fatigabilidad llegan junto a la sensación de muerte inminente “le dije a mi esposa: si yo voy a morir es en este momento” y el dolor se instala determinante, definitivo, mortal “era como si me partieran en dos el pecho” “algo me apretaba desde afuera, sentía que el dolor era más grande que yo“ “lo de la pisada de una pata de elefante es pequeño, es un edificio que te aplasta el pecho”; de ésta experiencia el paciente sale agradecido de “una nueva oportunidad” ya que se sienten “sobrevivientes” de una especie de Odisea, de una prueba a las que fueron sometidos.

Por si fuera poco, en la Venezuela de hoy, se le agrega a ésta historia elementos socioeconómicos que hacen la experiencia aún más traumática.

 La inseguridad: “me quedé con mi esposa sentado esperando que amaneciera, pensando si me quedo me muero infartado, si salgo me matan los malandros, pues prefiero morir en casa de un IM que en la calle tiroteado”.

La falta de insumos y personal médico: “en la Clínica me dijeron que no había Cardiólogo y no me podían atender”, “pasé por más de cinco Clínicas y no tenían Cardiólogo, me hacían un electrocardiograma y me rebotaban”.

La falta de transporte, efectivo y altos precios del pasaje: “no había camionetas y no podía pagar un taxi, nos montamos en el metro y sentía que moriría allí”, “cuando salí de una de las clínicas sin Cardiólogo tuve que caminar cinco cuadras y una muy larga para llegar a la otra clínica”.

El Bornout del personal de salud: “llegué a la emergencia y nadie se movía, me sentía invisible”, “me tiré en el suelo del dolor, nadie se movió a darme una camilla”, “yo decía: pero háganme algo, al menos tómenme la tensión, me estoy muriendo”.

 Cuando el paciente pasa por una experiencia  traumática siempre sorprende gratamente que de tanto sufrimiento surja una especie de esfuerzo para rescatar la vida:

“Cuando estaba caminando, luego de cinco cuadras, pasó un motorizado de la nada y me llevó”.

 “Tenía ya rato en el piso y llegó una enfermera, me miró y con mucho cuidado me levantó y me sentó en una silla de ruedas, la sentí como a un Ángel”.

“Cuando llegué a uno de los Hospitales me pusieron un tratamiento y el dolor se me alivió mucho, el Dr. se acercó y me dijo: te voy a referir a otro Hospital, pero así sin dolor no te van a atender así que tienes que fingir que tienes el dolor. Sentí que se preocupaba por mí”.

Es esperanzador ver surgir a Eros para desplazar a Tánatos y seguir apostando a la vida y a la humanidad.

 

 


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