NOSOTRAS
Desde niñas escuchamos ese
discurso tan frecuente, patriarcal y misógino, en el cual entre nosotras no se
puede trabajar, ni convivir, ni confiar; es común escuchar de una amplia gama
de mujeres, que van desde púberes hasta adultas pasando por las adolescentes,
este discurso descalificador y retorcido: “yo tengo más amigos que amigas, y es
que es mejor confiar en los hombres que en las mujeres, nosotras somos muy
intrigantes y chismosas”.
En su artículo “Enemistad
y Sororidad: hacia una nueva cultura feminista” la antropóloga feminista
Marcela Lagarde, encuentra en la cultura patriarcal (aquella que engrandece al
hombre en demérito de la mujer, otorgando al primero el dominio de lo
socio/cultural) una explicación a éste fenómeno que al Orden Mundial le ha dado
por llamar “enemistad histórica entre mujeres”.
Según Lagarde esta
patriarcalidad crea y cría a las mujeres como enemigas desde una primera
infancia cuando nos induce a competir por el amor del padre y/o la madre,
postulado que se soporta en la teoría freudiana del Edipo Femenino (mal llamado
Complejo de Electra) donde la niña inicia sus primeros ejercicios de rivalidad
con la primera mujer de su vida: la propia madre.
Al crecer, este
enfrentamiento que ha nacido en el mundo de lo íntimo y lo domestico, es decir,
en la Familia, lo trasladamos a todos los ámbitos de la vida, así, cuando
salimos al mundo de lo público, reproducimos lo que aprendimos; por otro lado
la sociedad patriarcal exalta desproporcionadamente la camaradería entre
varones, creando el mito de que entre nosotras sólo es posible la competencia y
la envidia llevándonos al distanciamiento y la falta de unión. Finalmente,
Lagarde señala que en la búsqueda del reconocimiento, devaluamos a las otras
mujeres y tendemos a profundizar las diferencias, lo que nos separa de ellas y
nos hace antagónicas, agudizando la enemistad.
A pesar de que Lagarde
recalca que las mujeres aprendemos a competir no sólo por el hombre,
particularmente me parece que tras cualquier rivalidad femenina siempre estará
oculto lo masculino como el trofeo a conquistar: el jefe, el maestro, el amigo,
el hermano, el hijo o al menos algo que los simboliza.
Lo cierto es que las
competencias más frecuentes son por el hombre, se hacen usuales los triángulos
mujer/hombre/mujer donde se enfrentan suegra/nuera, esposa/cuñada, mujer/mejor
amiga del esposo, secretaria/asistente del jefe y por supuesto el eterno
esposa/amante; lo interesante de estos triángulos es que en los mismos el
hombre por lo general cumple un papel secundario que lo preserva de las
agresiones y el rechazo, asegurándole siempre la compañía de alguna de las
mujeres. Quizás por ser el hombre una de las causas más frecuentes por la cual
las mujeres nos enfrentamos, es que cuando para la mujer deja de ser prioridad
mostrarse como el objeto de deseo que le asegura ser elegida por ese Hombre, se
despierta una suerte de solidaridad y alianza entre nosotras, siendo cada más
frecuente ver mujeres ya no tan jóvenes reunirse entre ellas mismas buscado la
cercanía, la identificación y la alianza.
La generación actual tiene
un acercamiento más auténtico entre mujeres que aparece en las niñas y se
acentúa en la adolescencia, la llegada de las MapS “Mejores amigas por siempre”
demuestra como en una etapa primigenia de socialización, aun poco demarcada por
la patriarcalidad, la identificación entre las niñas surge de manera
espontánea, guardándose unas a otras, pero luego aprendemos tan bien el rol que
nos has tocado jugar en el guion, que olvidamos como mirarnos y como reconocernos
en esa mirada.
Hoy surge la necesidad de
que nos podamos saber seres designados por los conceptos, valores y
nomenclaturas diseñados por la cultura, y de ese saber y conciencia rechazar el
rol que nos ha tocado jugar construyendo un mundo diferente donde se elimine la
idea de la enemistad histórica entre nosotras y surjamos como iguales que como
dice Carmen Alborch “nos queremos, nos envidiamos, nos compadecemos, nos
enfadamos, nos prestamos a la confidencia, nos apoyamos, competimos, nos
divertimos y aprendemos juntas.
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