CHISTE, HUMOR Y PODER

 


El chiste es una acto espontaneo, subjetivo y muchas veces anónimo con una imperiosa necesidad de ser comunicado, en ese proceso de comunicación se desahogan sentimientos, emociones o creencias condenadas socialmente por inmorales, violentas, crueles, discriminatorias e incluso perversas pero que a través del chiste se consienten sin mayor reparo, es decir, funciona como una “válvula de escape para tabúes sociales e incluso como crítica social”.

 

Es por ello que los temas más comunes de los chistes son el sexo, la violencia, situaciones imposibles, chocantes o inaceptables, es decir lo diferente, nunca lo común, lo corriente no es considerado gracioso. El chiste junto con el humor genera consolidación y pertenencia grupal, en fin, es un proceso de socialización, un acuerdo de socialización que se sella con la risa.

 

Por otro lado el chiste como fuente de humor es valorado en situaciones de dificultad ya que se le considera que cercena el sufrimiento, es visto como un mecanismo de defensa ante la adversidad, de una forma extraordinaria es capaz de sacar en la penuria una carcajada, en la miseria una risotada, al parecer a través del mecanismo de la risa se nos alivia del dolor y nos ayuda a combatir la ansiedad y la tristeza.

 

Visto así, el chiste y el humor no pueden ser cuestionables, al contrario, deben ser usados como mecanismos de construcción de bienestar social. Sin embargo, el chiste y el humor también se han trasformado con el trascurrir de la historia y el devenir de una sociedad mediatizada y globalizada y ya no es tan inocente como quisiéramos. Hoy día, el chiste es más que un mero acto espontaneo, de hecho ya no es espontaneo, y mucho menos anónimo, no es sólo una fuente de humor sino una forma de construir sociedad, de producir imaginario colectivo y un mecanismo de poder.

 

La periodista Delia Rodriguez define la actualidad como una “Memecracia: un mundo en el que los arquetipos que logran captar la atención ciudadana y guiar su comportamiento no son los mejores, ni los más nobles, ni los más útiles, ni los más veraces, sólo son los más contagiosos”.

 

Sí, los memes se han convertido en una dispositivo que recoge situaciones, emociones, pensamientos, los vuelca en una imagen hilarante que es compartida hasta viralizarse pero tras de esa imagen hay ideología, doctrina, política, poder.  

Es decir a través del chiste, ahora viralizado en forma de meme, es posible marcar pautas de comportamiento y de cómo entender la realidad social; de manera que si nos apegamos a lo que dice el Sociólogo Alejandro Romero quien afirma que “el humor actual banaliza cuanto toca, lo desustancializa” no sería raro que El Poder lo usase para frivolizar y hasta trivializar problemas complejos que pongan en peligro toda una sociedad y todos nos paralicemos en una sola carcajada pretendiendo alegría y desenfado mientras nos hundimos en la desdicha.  

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