CUIDANDO A NUESTROS ADULTOS MAYORES

 



Hace acaso una semana, uno de mis pacientes de la tercera edad, hipertenso y con trastornos del sueños desde hace décadas, cuyo dos hijos migraron y en este momento vive solo con su esposa, me decía: “antes de dormir, todas las noches le digo a mi Dios, escúchame, estoy agradecido por mi vida, ésta vida que te pertenece, es tuya, te doy gracias, pero ya está bueno, ya he vivido suficiente y no quiero seguir viviendo esto”.

 

Con esto se refería a la búsqueda interminable de su tratamiento, a las colas para la comida, a los traslados en un transporte que no les brinda seguridad, se hizo evidente en una oración lo profundo de su depresión. No tengo cifras certeras de cuántos adultos mayores se han quedado solos en ésta crisis migratoria, pero sea cuales sean las cifras deben ser suficientes para que llame nuestra atención y nuestra preocupación.

 

En tiempos en los que la OMS habla de “envejecimiento activo”, en tiempos en los que el llamado es a crear las bases para el bienestar físico, mental y social (la salud) del adulto mayor, su participación en la sociedad de acuerdo con sus necesidades, capacidades y deseos, tanto individual como colectivamente y por último, la seguridad y la protección; en Venezuela volteamos la mirada y nos negamos a ver una realidad que nos está arropando: la minusvalía en la que se encuentran nuestros adultos mayores.

 

La vejez se caracteriza por la aparición de desconfianzas y miedos motivados a la progresiva perdida de facultades, tanto físicas, como mentales y cognitivas y si a eso se le suma la falta soporte sociofamiliar, la pérdida de estatus socioeconómico y el aislamiento la mesa estará servida para que se instale la depresión, una de las enfermedades más común en el anciano pero ahora en un anciano solo. La depresión se mostrara con síntomas como: el desinterés, el desgano, el aislamiento, la tristeza, angustia, pérdida del apetito, quejas somáticas, irritabilidad entre los más frecuentes.  

 

Si debe migrar del país y el adulto mayor de su familia se quedará debe: crear una red de protección conformada por vecinos y amigos y el adulto mayor deberá conocerla y ser de su confianza, la residencia en la que habite deberá generar la menor cantidad de riesgos a accidente domésticos (la cantidad de muebles debe ser solo la necesaria, no dejar fugas de agua ni de gas, instalaciones eléctricas adecuadas y eficaces, cero tapetes o alfombras, si es posible corregir desniveles), que el adulto mayor cuente con un vecino cercano a quien deberá llamar en caso de emergencias, activar los vínculos con familiares más lejanos, sin embargo lo más importante es construir un porqué son necesarios, mantener el vínculo y la comunicación, lo necesario que son para sus hijos y sus nietos, fijar una fecha para volver a verlos ya sea porque ellos viajen o los hijos vengan, la idea fija del adulto mayor que se queda es “moriré y no volveré a ver mis hijos ni nietos” fijar una fecha los hará cuidarse hasta ese día del anhelado reencuentro.

 

Nuestros adultos mayores aseguran un lazo  con  valores que se difuminan en la crisis, son mediadores intergeneracionales, son los herederos de la historia.

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