SERIE: CRÓNICAS DE UNA HUMANA. Todas mis canciones.
Al parecer las
canciones son tan antiguas como la humanidad y muchas de ellas han trascendido
haciéndose inmortales, acompañando generaciones por siglos. A través de ellas
el inconsciente colectivo se cristaliza y se difuminan sus mensajes
acurrucándose en algún lugar de nuestros recuerdos. Teniendo al amor como
principal protagonista ese producto del enlace entre la poesía y la música sin
saberlo ha marcado las diferentes etapas de mi vida como hubo de hacerlo con la
historia.
Es de esperar que no recuerde las canciones con
las que mi madre me arrullara pero sospecho que fueron las mismas con las que
arrulló a mi hermano menor y de esa mi más tierna infancia, como a los cinco
años, recuerdo un porro que dice: “el
vaquero va cantando una tonada y la tarde va muriendo hacia el río, por el
recuerdo de su dulce amada, lleva su corazón lleno de frío”; estos versos
siempre traerán a mi memoria la imagen de mi madre con mi hermano en sus
brazos.
En esa época de paz y
amor mi hermana mayor de apenas catorce años se encerraba en su cuarto y yo del
otro lado de la puerta la escuchaba entonar: “Sansón y Dalila”, “hombre
libre que vas por el mundo cantando al amor, cantando a la vida, cantando al
amor, hombre libre tu llevas el rumbo de tu corazón”; Martiña y “hoy
daría yo la vida por volverte a ver” y “es
todo un encanto el sentirme enamorada y descubrir que soy completamente
apasionada”; “Adiós chico de mi Barrio”, “Cenicienta”, “El Vals de las
mariposas”, “Una muchacha y una guitarra”, “mi
corazón por ti se hizo trovador para cantar la vida y el amor” de Trino
Mora.
De mi padre aprendí el
vals venezolano “Como llora una estrella”.
Entre los cinco y los diez años la escuela y mi
madre me acercaron al folclore venezolano con: “Mujer merideña” “Brisas del
Torbes” “Brisas del Zulia” “Noches larenses” “Maracaibo en la noche” “Sombra en
los médanos” “El manguero” “El cocotero” ”La Novia del Lago”, “Estoy contento”,
“Así cual las brumas del mar”.
Era la época de las
serenatas y cada cierto tiempo la voz de JH.V. nos sorprendía en la medianoche
ofrendándole a mi hermana mayor “Noelia” de Nino Bravo “Plegaria”, “Recuerdo que una tarde descubrí que tu pelo olía
como huele la flor de un limonero”.
Mi otra hermana, las
más contemporánea, me acercó a ese mundo tan difícil como lo es el baile, a
ella la recuerdo en la fiestas del Barrio sudando al ritmo de Billos, Los
Master, Los Blancos, los Bailables de Aníbal Velásquez “El Perro de Juanita” “Sal
y Agua” “Luto rojo”, “El tucú perro”.
Para ese tiempo las canciones envolvieron mi
primer acercamiento con lo masculino y una de las figuras más importantes de mi
infancia, el maestro José Antonio, quedo grabado en mi memoria con una
interpretación de Jesús Sevillano “a mi negra la quiero la quiero más que a la
cotiza que llevo en el pie”.
En 1977, se estrena en
Venezuela “Fiebre del Sábado por la noche” dando inicio a una de las épocas de
la música que para algunos es de las más grises: el movimiento Disco Music. A
ese ritmo electrónico mi mirada se detuvo en uno de mis amigos y entonces mi
imaginaría se complacía en los rasgos toscos, duros, feos y guajiros de N.R.;
de pequeña estatura y labios desproporcionadamente carnosos N.R. bailaba con
destreza y con gran paciencia se dio a la tarea de ser mi profesor a pesar de
mi sordera musical, por él suspiraba cada vez que escuchaba “I´ll write a song
for you” de Tierra, Viento y Fuego.
Con el tiempo me fui cultivando en aquello de
musicalizar mis afectos y por ejemplo recuerdo a mi primer J. con la canción
“Tiburón” de Rubén Bladés; mi segundo J. con “Sin Rencor”; a R.D. con
“Lagrimas” de Roberto Blades; a O.O. con “Amiga” y “Ven devórame otra vez” de
Eddie Santiago; a Lemaire con “No voy a mover un dedo” interpretada por
Guillermo Dávila y “Thriller” de Michael Jackson, mi sobrinita mayor con la
canción de Franco de Vita “Bienvenido sea el tercero entre los dos”; mis amigos
de la Facultad de Medicina con el movimiento merenguero de Wilfredo Vargas, Las
chicas del Can, Rudy Pérez, Fernandino Villalona; a M.S. con “te molesta mi amor mi amor de juventud”
cantada por Silvio Rodríguez y a J.B. con Mecano.
.
Un poco antes de mis años en Barlovento N.G. se
volvió un huella mnémica anidando en “Y si a pedir mi mano viene” de José Luís
Guerra y su 4.40; todos mis días en Higuerote, Caucagua y Marizapa, tienen el
nombre de Tito Rojas “El Gallo de la Salsa” que se escuchaba continuamente en
las camioneticas Caracas-Barlovento, Barlovento-Caracas.
Finalizando aquella
etapa apareció JH.C. con quien me cansé de bailar en la discoteca Campomar las
canciones de Gilberto Santa Rosa en especial “Sin voluntad”.
Unos pocos años después de estar instalada en
Caracas un hombre llego y me arrebató el resto de mis canciones, pasó por todos
los géneros, empezó por hurtarle a JH.C la canción “Sin voluntad” y se adueñó
de “El Hombre del Piano” de Billy Joel, luego paso por las primeras canciones
de Shakira; “De Repente” y “Avalancha” de Soraya; “Que ya viví que ya te vas”,
“Imagínate”, “Llueve otra vez de Silvio Rodríguez”; “Amanecí otra vez entre tus
brazos” de Javier Solís; “La Tirana” “Si vuelves tu” de La Lupe; “Quiero
abrazarte tanto” de Víctor Manuel; “Tus regalos deberían de llegar” y “Al lado
del camino” de Fito Páez y un día el ladrón se fue dejándome con sus canciones
que nunca supo eran de él y dio paso a otros y otras que empezaron a donarme
representaciones.
Recuerdo con especial
agrado, de aquella época, a un amigo que un día fue a mi casa y se quedó
sorprendido al encontrar entre mi música un CD de nada más y nada menos que
Zitarrosa, se quedó tan sorprendido como yo que aun no entiendo en que momento
de transe compré ese CD; coincidimos ambos en que su mejor canción era “Milonga
para una niña”, ese día inmediatamente después de él irse escuche por segunda
vez la canción para ver si se me quitaba la vergüenza de ser tan farsante, por supuesto
que ese amigo esta abrigado en mi memoria por esa pieza y con “Partisano” de
Miguel Bosé.
De pronto me vi
acompañada de quien se quedó en mi historia aliado a Pedro Guerra y “La lluvia
nunca vuelve hacia arriba” “Contra el poder”; Eduardo Aute y “Pasaba por aquí”
“Ay de ti Ay de mi”; Manolo García e “Insurrección”; Aterciopelados y
“Maligno”; “Decisiones” de Rubén Baldes; “Quemarse los pies “De Ana Belén.
Luego que éste ser
impensado se alejara, repentinamente llego del pasado un personaje mítico y
casi ilusorio que me envolvió con la canción “Blanca Gaviota” de Alí Primera.
Todos a quienes amo y he amado tienen una o más
canciones: mi amiga Elizabeth canciones de Sandro, Mocedades, Tito Rodríguez;
Sergia canciones de Cecilia Todd, Mercedes Sosa y Roxana; Gladys con canciones
de Neri Per Caso; Eloi el Jazz Brasileño; Adela con Miguel Bosé; Edilia y
“Micaela” de Pete Rodríguez, mi pequeña hija con “Cristal” de Simón Díaz, mi
hermano con “Solo le pido a Dios” de León Gieco, mi sobrino más pequeño y “La
vaca mariposa” de Simón Díaz, Yasenia con “El Padrino” , Wileima con “I feel
good”.
Hace pocas semanas en
una de esas noches en las cuales a mi niña la tomara la gripe, ella en su
malestar pedía que le cantara “recueo aye”, no entendí su lenguaje pueril e
inicie todo un ritual en el que le regale mi repertorio de valses venezolanos
con los que la arrullo y fue cuando supe que me pedía cantar “Como llora una
estrella”, mi hija pidiendo una canción que lleva el nombre ausente de mi
padre; entonces sentí la vida como un cuento circular, entendí, por ejemplo:
que la única razón por la que mi maestro José Antonio me obsequio la canción de
Jesús Sevillano fue para que se la cantara a mi hija muchos años más tarde; que
mi abuelo le cantaba a mi madre “Dos arbolitos” sólo para que un día, casi cien
años después, la encontráramos en la página 29 de un libro y a través de ella
lográramos un hermoso encuentro con él después de casi 40 años de muerto y al
mismo tiempo pude volver a disfrutar de Eduardo Liendo en “Si yo fuera Pedro
Infante”; entendí que Zitarrosa estaba en mi casa aquella misteriosa tarde sólo
para acompañar a mi amigo en una de sus etapas más tristes. Reconocí en todas
mis canciones una especie de cincel que ha tallado en mi memoria a quienes más
he querido, proporcionándoles esa pequeña inmortalidad de la que habla Kundera;
quizás por el miedo al olvido los obligo a trascender su propia historia y
prolongarse en la mía, reteniendo sus almas en cada verso entonado y así el
proceso del recuerdo será una acto de amor y lo recordado un objeto preservado
en el amor y como dice Pedro Guerra “eso quedara aunque caigan las hojas/eso
quedara aunque vuelva a vivir/eso quedara amarrado a mi sombra/eso quedara en
mí/”
Septiembre de 2005
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