LA INDOLENCIA COMO UNA FORMA DE VIOLENCIA

 


Si concluimos que sin darnos cuenta la mayoría de nuestros espacios se han visto invadidos por la violencia: las familias son cada vez más disfuncionales, los actos delincuenciales al salir a la calle nos amenazan y para cerrar el ciclo al llegar a nuestros trabajos nos encontramos con abusos, gritos, rumores e intimidaciones que a veces llegan al acoso; no es raro entonces que nos veamos envueltos en una sensación de desesperanza, donde la vida se hace sofocante y sin alternativas aparentes, el día a día se convierte en un gran esfuerzo por sobrevivir.

 

Se va generando una actitud de cansancio, de fastidio, de desidia.

 

Particularmente en el ejercicio laboral de aquellos quienes nos dedicamos al bienestar de los demás, es decir, en nuestro caso el personal de salud, nos invade una sensación de agotamiento físico y psíquico, perdida de interés, sensación de fracaso, pérdida de motivación y falta de realización personal, síntomas de ansiedad y depresión, desmoralización, pérdida de las ilusiones, insatisfacción laboral, actitudes y respuestas negativas hacia los demás con irritabilidad y agresividad verbal, indiferencia ante los problemas y sentimientos ajenos, deshumanización y como etapa final la pérdida total de la vocación que nos lleva a un ejercicio de la profesión basado en la falta de ética, el desinterés, la intolerancia y el maltrato.

 

El trabajador se va convirtiendo en una persona conflictiva que reacciona inadecuada y desproporcionadamente ante cualquier conflicto, no tiene la capacidad de crear herramientas nuevas para resolver las complicaciones, esto provoca que se dificulten enormemente las relaciones con los compañeros, las amistades; al llegar a casa el mal humor carcome las relaciones con esposa e hijos que a su vez se encuentran en una situación similar y como leí en un twitter de un joven trabajador: “cuando no hay comida te da hambre, cuando tienes hambre te da mal humor y cuando andas de mal humor llega la coñaza”; es entonces cuando aparece La Indolencia.

 

La Indolencia por un lado significa flojera, pereza o haraganería, y por el otro, indica insensibilidad y el no conmover se ante el dolor propio o de terceros; es una forma de defendernos del sufrimiento propio y del ajeno.

 

Al no concederle importancia a nuestros logros, esfuerzos, trabajo, estudios, relaciones, entorno, calidad de vida estamos empequeñeciendo cada uno de estos elementos haciéndolos inofensivos y así no nos hacen daño, no nos generan sufrimiento, de manera que ya no nos importa si alcanzamos o no nuestros logros, si hacemos mal nuestros trabajos, si salimos bien en nuestros estudios, si tenemos una relación sana, si vivimos entre basura o desorden; nos vamos sumergiendo en la indiferencia sin esforzarnos en salir de ello porque al final no tiene importancia. Es una depresión colectiva que golpea duro a nuestro rostro, nuestro entorno, nuestro fututo y el de nuestros hijos.

 

El llamado es a despertar, a mirar nuestro entorno y enfrentar la realidad por más sufrimiento que nos cause porque de otra manera no podremos cambiarla. Comer en la mesa, con camisa y en familia da mayor fortaleza para enfrentar el día a día; sentarse a tomar un jugo con la vecina en ocasiones espantará el desamparo en el que ella se siente; expresar solidaridad al amigo y un puedes contar conmigo puede hacerle sentir a él que vale la pena pensar en los demás, comprometerse a alguna causa común con miembros de la comunidad, ser solidarios con las personas cercanas y con la comunidad en donde se viva, conocer los problemas de otros, aportar soluciones o colaborar con ello, poco a poco, despertará el interés y en algún momento la indolencia dará paso a la sensibilidad, al entusiasmo y al existir con sentido social.

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